13 de julio de 2018.- Aneudy de 18 años tiene el sueño de convertirse algún día en contable para garantizar el bienestar en la vejez a su padre, Maximino (de 58 años), dominicano, dedicado al carreteo de bueyes en el Ingenio azucarero Lima, Central Romana, Municipio Ramón Santana, provincia de San Pedro de Macorís.

En este lugar fue donde Maximino conoció a Melania Pierre, madre de Aneudy de origen haitiano y quien llegó al país siendo una niña. Fruto de esta unión tuvieron tres hijos. Aneudy es el mayor de los 3 hijos de esta pareja étnicamente mixta y el segundo sin tener un registro civil (acta de nacimiento), situación que se interpone entre él y su meta.

Aneudy es uno de los casi 28 mil hijos e hijas de parejas mixtas. Crédito de foto: Tatiana Fernández G.Aneudy es uno de los casi 28 mil hijos e hijas de parejas mixtas. Crédito de foto: Tatiana Fernández G.

Melania obtuvo el pasaporte haitiano al término de su tercer embarazo, con el que pudo regularizar su estatus migratorio en el país. Con ello, logró declarar al menor de sus hijos, Leudy, el cual nació en el Hospital Central de San Pedro de Macorís. Sin embargo, Aneudy no corrió con la misma suerte: tras el cuestionamiento sobre la paternidad de Maximino por parte de la oficial competente de Ramón Santana. “Ella entrevistó a mí padre y le dijo, que esos muchachos, no eran hijos de él”, recuerda Aneudy, pese a tener la documentación requerida por los organismos nacionales correspondientes. “Ellos han enviado inspectores aquí, a Batey Lima, han hablado con todo el que nos conoce, y en cada cita nos reenvía el caso”, narra Melania, quien lleva cinco años con el proceso. A cambio, solo ha recibido la oferta de registro en el libro de extranjería petición que no ha aceptado, por entender que sus hijos son dominicanos.

Aneudy fue campeón en las Olimpiadas de Matemáticas, organizadas por el Ministerio de Educación, representando el Centro Educativo Campiña, escuela en que estuvo hasta que se vio obligado a dejar de asistir por carecer del acta de nacimiento para tomar las pruebas nacionales. Lo mismo le pasó a su hermana Arisleidy, de 17 años. Aneudy ha visto inconcluso su año escolar y postergadas sus ganas de continuar siendo un estudiante meritorio. Ahora su vida se teje entre la espera en el proceso y despachar en un colmado en La Romana, trabajo con el que apoya a la familia dispersa debido a las pocas posibilidades de sobrevivencia que tiene la vida en el batey para jóvenes como él.