El sistema de salud en Haití deja a la mayoría de haitianos-as sin protección, puesto que no se ha dedicado los recursos necesarios para las instituciones y hospitales que carecen de medios para combatir la pandemia emergente allá.

 

Durante décadas la fuga de cerebros ha sangrado Haití de su personal médico, que han emigrado para empleos más estables, mejor pagados y  mejores condiciones de trabajo. De manera que el país se apoya demasiado en la cooperación internacional que le hace particularmente  vulnerable durante crisis sanitarias. La epidemia de cólera reciente – introducida por efectivos del mantenimiento de la paz de la ONU – ejemplifica los peligros de una enfermedad mortal cuando penetra el país. Hasta su control en 2019, casi 10,000 personas fallecieron y 100,000 personas fueron infectadas.

Haiti se ha quedado atrás, de cara a otros países de la región, en cuanto al número de casos y fatalidades de COVID-19, pero los desafíos mayores están a la vuelta de la esquina. Las estrategias de prevención innovadoras (ver la foto de arte callejero) son importantes pero no serán suficientes una vez que la pandemia se desarrolla en Haití, como se ha hecho a lo largo y ancho de las Américas.