12 de julio de 2018.- “Aunque tenemos una sola lengua, el español, somos un país con una diversidad cultural, pues Cuba tiene de españoles, africanos, chinos, yucatecos: sin estos elementos no somos Cuba.” Así rezan las palabras de bienvenida en la Casa de la Diversidad Cultural, Parque Agramonte, citando al distinguido autor cubano Miguel Barnett, quien tuvo a su cargo la inauguración de esta Casa pionera, el 30 de diciembre de 2010.

Fundada en febrero de 1514, como uno de las siete “villas” sagradas de Diego Velázquez, Santa María del Puerto Príncipe fue establecida originalmente en la costa, cerca de la ciudad actual de Nuevitas. Se lo estableció finalmente en el lugar actual en 1528. Se le cambió su nombre a Camagüey en 1903, en honor el árbol de camagua del que deriva toda la vida, según una leyenda indígena. A pesar de ataques sostenidos por corsarios, se desarrolló rápidamente en los años 1600 con una economía basada en la producción de azúcar y en el ganado. Tal y como nos explica el Director de la Casa, Yoelxy Pilliner López, Camagüey tiene la dicha de ser la cuna de la literatura cubana, puesto que fue de aquí de donde sale un poema de comienzos del siglo 17. El “Espejo de la Paciencia” es un poema heroica, escrito en 1608 por Silvestre de Balboa Troya Quesada, nacido en las Islas Canarias pero viviendo en Puerto del Príncipe (hoy Camagüey).


Pilliner López nos relata: “la Casa nace con el objetivo de promover el conocimiento de la pluralidad multicultural de la ciudad como expresión de la identidad camagüeyana, a partir del estudio de las prácticas cotidianas de la gente común, centralizado a través del diálogo cultural con, desde y para los integrantes de asociaciones, comunidades y grupos de descendientes de diferentes herencias culturales, y a través de la gestión sociocultural del patrimonio material e inmaterial”.

Bridget Wooding, Pilliner López y Maria Cristina Fumagalli en la Casa de la Diversidad Cultural de Camagüey, en junio de 2018.
Destaca que este joven director de la Casa, quien ostenta el cargo desde hace dos años, es de ascendencia haitiana (por el lado de su abuela materna) y de ascendencia jamaiquina (por el lado paterno). Habla con orgullo de sus ancestros y sus luchas al llegar como braceros para la industria azucarera. Cada año se conmemora una masacre de más de 20 braceros que fueron fusilados en 1933, al reivindicar mejores condiciones de trabajo en los cañaverales: una sublevación de haitianos con la participación notable también de un jamaiquino, Jamie Brown. Claro está que estos inmigrantes caribeños supieron cómo organizar su vida más allá de los acuerdos interestatales que rigieron su llegada para la zafra a Cuba, ya que los archivos nos muestran que también trabajaron en la producción del café y en zonas urbanas.


OBMICA hizo un intercambio con la Casa en junio de 2018, haciendo el traslado de 500 kilómetros desde La Habana, con motivo del lanzamiento del libro de la profesora Fumagalli sobre la frontera dominico-haitiana ante un público diverso, e incluyendo una conversación sobre las relaciones dominico-haitianas actuales. En el diálogo sale a relucir los beneficios de la Revolución para la integración de diferentes minorías y su descendencia en el país. Por ejemplo, una ley de 1967 en Cuba fue clave en la medida en que extiende beneficios de seguridad social a todos los individuos en la isla, independientemente de tener o no documentación personal. Así es que todos los haitianos que habían migrado una generación antes, con o sin documentación legal, podrían, de ahora en adelante, recibir una pensión mensual del gobierno cubano.


Hoy en día la atención se enfoca más bien en la deuda de Haití hacia Cuba por el envío de médicos cubanos que ayudan a proveer un servicio de salud ante el éxodo de médicos haitianos hacia el extranjero. Esta Casa, única en Cuba, representa un esfuerzo importante para equilibrar la historia y reconocer la deuda de Cuba hacia estas minorías étnicas que ayudaron en industrias tan importantes como lo fueron en su momento la del azúcar y la del café. No es menos importante su herencia cultural. Además de recopilar historias orales notablemente de los adultos mayores, sobresale la compilación del acervo de música haitiana en Cuba. Según nos comentó la musicóloga camagüeyana Heidy Cepero en nuestro encuentro: “La música haitiana es mi pasión y aspiro a catalogar todos los géneros haitianos de este lugar de Cuba.”